Y él se fue, con su mochila a cuestas y toda una aventura por comenzar. Despidió a todos, menos a una persona, la cual había emprendido otro rumbo inesperado.
El tiempo pasó, ambos disfrutaban de las maravillas del mundo, los milagros de la naturaleza. Conocieron seres sumamente extravagantes, un tanto interesantes y se sorprendieron de la diversidad humana.
Pero ella sintió que faltaba una mitad de su cuerpo, algo que completara su felicidad, una de las razones de vivir. No podía mas, deseaba consumarse, fusionarse, constituirse, para poder seguir. Le toco reintegrarse a la sociedad (difícilmente lo logro). Faltaba tan solo un día; uno solo para poder recomponerse.
Lógicamente ese día le pareció la eternidad más absoluta del universo, los granitos de arena no se caían más y parecía que el sol no avanzaba de su posición tangencial.
Finalmente llego abatido por el viaje y los obstáculos que les hizo frente el camino. Su mochila ahora pesaba el doble que al principio y a él se lo llevaba el viento de lo consumido que estaba. Sin embargo la vio y corrió hacia ella, contento de que al fin se podrían unir. Acelero el paso, mientras que ella también. Cada vez más rápido, se desplazaban desenfrenadamente evitando todo aquello que los estorbaba. Entonces una luz resplandeciente encandilo la tierra, los dos cuerpos se habían fusionado convirtiéndose en una personita que iba a crecer, desarrollarse y morir. Pero por sobre todas las cosas vivir, que eso no lo puede tener cualquiera:
